Mar Gil armoniza la costura con los habanos

Mar Gil Llopis es una mujer a la que le encanta la costura y por eso de jovencita hizo un curso de Corte y Confección, aunque su verdadera pasión son los habanos para relajarse en buena compañía

Al cabo de los años Mar ha devenido en estanquera. Es de las pocas que yo conozca que no solo vende cigarros. Porque además hace las recomendaciones pertinentes a los clientes que pasan por su cava. Disfruta cuando puede fumarse un habano.

Mar reconoce que las catas de los habanos las realiza por puro placer. Pues además esas experiencias le sirven para poder definir mejor sus observaciones para los aficionados que, cada día en mayor medida, demandan sus consejos al pasar por su estanco.

La entrevista la realizamos en la sede del Club Pasión Habanos en la Casa Allard de Madrid.  A su llegada Mar tiene claro qué elegir en la cava. Se decide por un Short Churchills de Romeo y Julieta. Es un cigarro no muy grande, pues tiene 124 milímetros de longitud y de cepo 50), vitola de Robusto que es su formato preferido y como estamos en las primeras horas de la tarde prefiere maridarlo con un café.

Nuestra Dama con vitola de esta tarde tiene muy claro que prefiere los habanos con una fortaleza media/alta y sobre todo los formatos que no pasen del cepo 50, mientras reconoce que no fuma en casa, pero que en cuanto puede al finalizar su jornada de trabajo se baja cerca de la casa a una terraza para relajarse con un habano en compañía de su esposo Tomás, otro gran aficionado a los habanos.

Mar me cuenta que su marca preferida es Montecristo pero que ha probado y prueba de todas las demás que salen de las galeras de las fábricas de la capital cubana, donde ya ha estado en un par de ocasiones para disfrutar de la isla y de sus cigarros.

Le gusta sobre todo fumar sus Habanos con los amigos y en círculos donde se aprecien los puros, porque supone una gran conexión con otras personas el hecho de que se pueda disfrutar en grupo de este placer.

Los viajes es otra de las grandes aficiones de Mar que recuerda especialmente los Habanos que se ha fumado no solo en Cuba, sino en lugares como Sudáfrica, donde en algún momento pudo sentir la curiosidad de quienes se sorprendían por ver a una mujer fumando puros.

Pero ella no se arredra y reconoce que la fumada de un buen habano (valga la redundancia) siempre le hace mucho bien, aun cuando en su casa las hijas –ya casi independientes- no parecen tolerar demasiado esta afición.