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Por Esther Ramos
Fotos: Esther Ramos
Todos los años en el mes de abril, tiene lugar esta cata en la ciudad de Córdoba
Como preludio de un primaveral mes, este acontecimiento de carácter festivo y popular es la apertura de una sucesión de las más hermosas fiestas de la capital Omeya, seguido por Las Cruces, la mundialmente conocida Fiesta de los Patios (declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2012) y termina con la Feria de Córdoba. ¡Un mes de vértigo para los que somos amantes de las sensaciones!
Desde que fui por primera vez es uno de los momentos que más espero cada año. Cuando los sabores de la gastronomía cordobesa y los aromas de los vinos de Montilla-Moriles inundan nuestros sentidos y armonizan entre ellos. Y es que, con productos de tan alta calidad no es necesario más protocolo.
Pero como el protocolo manda y nos gusta ser agradecidos con quienes tan generosamente nos abren sus puertas todos los años, empezaremos con la ceremonia de Inauguración Oficial que se celebra en el Patio Barroco de la Diputación Provincial. Momento en el que comenzamos a encontrarnos con los compañeros y amigos que conocimos en las pasadas ediciones, y cuando el Consejo Regulador de la Denominación de Origen nos abre boca con una muestra de lo que será en los próximos días.
Este año 32 bodegas defienden con más que argumentos sus vinos, acompañadas de 10 restaurantes que nos surten de los variados y típicos platos de la zona: flamenquín, salmorejo, jamón del Valle de los Pedroches, alcachofas amontilladas, etc. ¿Ya has empezado a salivar? Pues espera que comience con los vinos.
La explanada del Palacio de la Merced acoge la más extensa muestra de los vinos de estas zonas, y donde se aúnan todas sus elaboraciones desde los jóvenes a los finos más secos, desde el oloroso al dulce P. X. y, cómo no… el “faraón” Amontillado, donde la Pedro Ximénez alcanza su máxima expresión. Sobran las palabras.
Siempre me gusta comenzar por los jóvenes, y es que aún no son conocidos, pero la Denominación de Origen autoriza el cultivo de otras variedades blancas más habituales de otras zonas como la Chardonnay, Torrontés, Sauvignon Blanc, Airén, Macabeo y la Baladí-Verdejo, que nada tiene que ver con la saturación de Verdejo que hemos sufrido en la península en los últimos años. Probadla. Cada vez que la recomiendo acaban llevándose la botella entera.
Y como exponente de lo que os digo comenzamos con Finca la Cañada de Pérez Barquero. Ese Baladí-Verdejo fresco que os comentaba. Rico, frutal, suave, ligeramente herbáceo e intenso en boca. Pero ya que estamos, saboreamos una vez más ese clásico que es el Fino Gran Barquero y no nos vamos sin echarnos a la copa un oloroso. Luego repetimos.
Otro joven habitual es el Dos Claveles de Toro Albalá. Un singular vino de la uva Pedro Ximénez que nunca pasa desapercibido y gusta a todos los paladares, nos deja un recuerdo dulce sin llegar a serlo. Aunque su Fino Eléctrico nos pone los pelos de punta, este año nos hemos ido directamente de cabeza al Fino en Rama. ¿Y el dulce? – Para el final, ¿no?
Hacemos parada en Alvear, donde nos presentan su nuevo proyecto “3 Miradas”, que destaca la tipicidad de 3 parcelas distintas y se elabora en tinajas de hormigón bajo velo de flor. ¡Muy, muy bueno! Tan cercano que su primera edición se llama Vino de Pueblo. Pero no pensareis que nos hemos ido sin probar ese Fino que va para Amontillado llamado Capataz, ¿verdad? Los que aún no lo habéis hecho, ya estáis tardando!
Y llegamos a Bodegas Robles donde Rocío nos presenta un vino joven llamado “Le Vin Violette”. Un proyecto conjunto con Ecovalia y la Asociación Mujeres Supervivientes de Violencia de Género, que cambia la vida de las mujeres cada vez que brindamos con él. Brindamos y nos quedamos a saborear una vez más su Fino Piedraluenga.
Al grupo Pérez Barquero pertenecen también Gracia y María del Valle. Estos dos finos son unos excelentes anfitriones para cualquier aperitivo, picoteo o entrante a la hora de una buena comida. Con unos aromas limpios, una boca amplia y un disimulado toque herbáceo, ambos dejan a punto el paladar para cualquier plato.
Y entre tanto fino y joven os estaréis preguntando ¿qué pasa con el vino cuyo nombre viene de Montilla? Pues como dije al principio más que un rey, es un faraón, de ahí que Bodegas Delgado haya decidido nombrarlo Amón. Si, este faraón se ha declarado como una revelación en los últimos años y no hay entendido de estos vinos que no hable de él. Pero ya que estamos, un Fino Segundo Bota, por favor!
Durante los días de la celebración, las bodegas organizan catas dirigidas para acercar estas maravillas líquidas a todo aquel que desee saber más sobre la elaboración en Montilla-Moriles. Hay pocas plazas y se llenan pronto, lo que demuestra el interés por estos vinos.
Además del Curso de Venencia, el Consejo Regulado premia a los sumilleres y establecimientos que más hayan contribuido a la difusión de los vinos de Montilla-Moriles. También se celebran los concursos de stands, etiquetas y Vinagres Vinavin, estos últimos, los grandes desconocidos. Os aconsejo que preguntéis por ellos en las tiendecitas típicas del barrio de la Judería, porque van a revolucionar vuestra cocina y el concepto que tengáis de vinagre hasta ahora. Y este año por primera vez se han incluido actuaciones musicales en la explanada de la Diputación Provincial. Unos días de disfrute en todos los sentidos.
Pero como todo llega a su fin, apuramos los últimos minutos con esos dulces que hemos dejado para el final. Toro Albalá y Pérez Barquero nos dulcifican una despedida que es un ¡Hasta el año que viene!
