Santiago A. López Navia
Romances improbables de Navidad (I)
Romance del ángel afónico
Nos han llamado a cantar.
Dicen que ha nacido un niño
que no es un niño cualquiera:
según parece es el mismo
hijo de Dios hecho hombre.
Prioridad en el aviso,
que ser ángel en un coro
es muy esforzado oficio
y hay que estar siempre de guardia
sea sábado o domingo
(el convenio de los ángeles
es un convenio de mínimos
y no hay pluses ni trienios
ni libranzas ni festivos).
Allá que vamos los seis,
coro de cámara exiguo
formado por dos tenores,
dos bajos y dos barítonos.
Ya estamos frente al portal
partitura en mano y listos,
y no hay tiempo para ensayos:
hay que darle al villancico.
A los primeros compases
suelto un si bemol horrísono:
apenas puedo cantar
y la voz me suena a pito.
Todos me miran atónitos
y con cara de estreñidos.
Disimulo como puedo
y me quedo calladito
con un apuro tremendo
y más vergüenza que frío,
que está la noche canina
(me estoy congelando vivo).
Y en medio de este mal trago
me parece ver que el niño
desde su cuna de paja
me sonríe y me hace un guiño.