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Desde mi ventana el mar no se ve

Tiempo de lectura: 5 minutos

Desde mi ventana no puedo yo verlo, desde mi ventana el mar no se ve

7:00 de la mañana. Suena mis despertador de un día cualquiera. Me desperezo y tomo mi primera taza de café. Es mi momento único antes de salir al ruido de la gran ciudad. Madrid me espera. Subo al coche. Siempre suelo escuchar noticias, pero hoy no. Me apetece música a ver si rompo la apatía del día gris, plomizo y lluvioso que hace.

Suena la canción de Marisol…

Desde mi ventana no puedo yo verlo. Desde mi ventana el mar no se ve… Quiero ir a ver si el barco navega enamorado del mar y si sigue buscando sirenas nuevas que le canten al pasar…

Me voy. Me voy a Galicia. Al acantilado, a la playa o una terraza enfrente del mar… Mar. ¡¡Cómo no pensar en él en pleno mayo!!. La brisa marina, la tibia arena, las incesantes olas, la inmensidad… Pero, ¿por qué me atrae tanto?.

Pienso que me fascina su calma en un día soleado y me impresiona su fuerza cuando explota una tormenta. Probablemente, me identifico con su cambio constante, es decir, con mi propia vida. Su fusión con el horizonte, que parece no tener fin, se me presenta como un gran misterio que me atrapa en cientos de preguntas sin respuesta.

O, quizás, me abruma y me atrae la libertad que representa, “la libertad que la tierra no nos da”. El mar me calma. Su color azul de por sí me proporciona cierta paz; aumenta mi consciencia y me ayuda a estar en el presente. Medito. La belleza del agua es algo que siempre ayuda y podemos oler, tocar y hasta saborear y así el placer se multiplica.

¿He dicho saborear?. Mi mente me lleva a una copa de vino blanco que transmita la esencia del terroir. Su alma. Como dijo Aristóteles: “El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos”. Mi sed de conocimiento me lleva a pedir la botella para ver cuál es el alma de ese vino que tanto placer me está produciendo.

Se trata de Zarzal 2021, es un blanco de la variedad Godello que desde el primer momento me atrapa. Me seduce por la ponderación de la acidez propia de la varietal y por su frescura, energía y riqueza de matices.

La etiqueta y la botella es un canto al El Bierzo. ¿El terreno? Un terroir con alma. Una orografía única anclada en el Valle del Silencio, al noroeste de la provincia de León. El valle del Silencio es un valle de montaña situado a los pies de Pico Tuerto (2051m) y la Aquiana (1846m), en los montes Aquilanos, en la comarca de El Bierzo. Forma parte de la cuenca del río Oza, conocida como valle del Oza o, popularmente, como Valdueza, a través de uno de sus afluentes, el arroyo de Silencio. El terreno es silúrico en su mayor parte y la composición de las rocas calizo-marmórea lo que confiere al vino esa mineralidad tan auténtica. Su aislada ubicación, en el centro de los montes Aquilanos, hizo de este entorno el lugar escogido a partir del siglo VII por monjes anacoretas para el aislamiento y la construcción de monasterios y ermitas, dando lugar a la Tebaida leonesa.

En este entorno tan original se presenta un microclima y factores especiales que dotan de particularidades únicas a la tierra en la que nace la uva godello. El artista ha querido reflejar un arte más templado, con los colores verdes como fondo, que hablan de un vino con una gran frescura y personalidad aromática.

Estoy entre el mar y la montaña. El mar frente a mí y la montaña en mi copa.

Mis sentidos juegan y comienzo a catarlo… Es un vino bonito. De un color amarillo pajizo muy tenue. Limpio y muy brillante.

Lo llevo a la nariz y se muestra atrevido y aromático. Expresivo. Notas de fruta blanca madura, frutas de hueso y anisados de flores secas sin dejar de lado la mineralidad típica de la variedad Godello.

Doy paso a la boca que mantiene una frescura que resulta muy seductora. Muestra el equilibrio entre la acidez y el volumen. Además, la untuosidad que le aportan las lías dan como resultado un vino armonioso de paso fácil y postgusto muy agradable.

Mi mente vuela y me pregunto: ¿Dónde empieza el final del mar?. Intento responderme: El mar borra por la noche. La marea esconde. Es como si no hubiera pasado nunca nadie. Es como si no hubiéramos existido nunca.

La melancolía me invade porque si hay un lugar en el mundo en el que puedes pensar que no eres nada, ese lugar está aquí. Frente al mar. Ya no es tierra, todavía no es mar. No es vida falsa, no es vida verdadera. Es tiempo. Tiempo que pasa y basta. Como en el vino.

El mar encanta, el mar mata, conmueve, asusta, también hace reír, a veces desaparece, o de vez en cuando se disfraza de lago, o bien construye tempestades, devora naves, regala riquezas, no da respuestas. Es sabio, es dulce, es potente, es imprevisible, pero sobre todo el mar me llama…

La naturaleza del mar posee una perfección propia sorprendente, que es el resultado de una suma de límites. La naturaleza es perfecta porque no es infinita. Si uno comprende los límites, comprende cómo funciona el mecanismo.

Sigo mirando al mar y deleitándome con este vino de Bodegas Emilio Moro y entonces me apetece comer. Pienso… ¿con qué podría armonizarlo?. Vienen a mi mente los mariscos, los pescados, el arroz caldoso, las carnes blancas guisadas y los quesos cremosos de cabra u oveja.

Y pienso en el enigma… y me viene de inmediato a la memoria el poeta uruguayo, Mario Benedetti“es probable que nunca haya respuesta / pero igual seguiremos preguntando / ¿qué es por ventura el mar? / ¿por qué fascina el mar? ¿qué significa / ese enigma que queda / más acá y más allá del horizonte?”. La respuesta es de cada uno.

Y vuelvo al vino porque estoy ya en modo romántica y medito: ¿Qué tiene este Zarzal 2021?. Rápido me respondo yo misma… Alma. Hay mucho detrás de una copa porque las cepas crecen con el amor de sus viticultores y eso hace que estén impregnados de esencia.

Esta historia confiere un toque mágico a ese vino y a este relato que espero que os guste… Volvamos a poner alma a las cosas que hacemos. Volvamos a poner alma cada día, cada mañana, cada segundo a lo que cultivamos, a lo que criamos, a lo que producimos. Volvamos a hacer las cosas igual que las hacían nuestros padres, abuelos, vecinos. Volvamos a hacer las cosas con alma.

Ana Belén Toribio
Ana Belén Toribio
Periodista y sumiller. CEO y Directora.

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