Por Nuria España. Sumiller.
No cabe duda que la provincia de León está llena contrastes en todos los ámbitos y eso le confiere una idiosincracia especial
Los últimos resquicios arqueológicos, cuentan que es la Legión Vl la que trae el cristianismo y la historia a esta tierra que nace en el año 68 d.C.
Las conchas de Viera nos sitúan sobre el que fue encierro de Quevedo durante 4 años; tornándose Parador Nacional de fachada plateresca y de claustro clasicista construido en tres etapas y, que a mí se me antoja “Gran Sala de Catas de San Marcos”. El ir y venir de visigodos, germánicos, musulmanes y romanos, hacen de los legionenses una estirpe digna de conocer.
León, es un lugar de contrastes
La planicie con sus ondulaciones, nos sumerge en un mar de cereales y viñas, enmarcadas por el Esla y el Cea.
Su clima continental y la alternancia térmica entre días soleados y noches frescas, permiten una perfecta madurez fenólica y alcohólica, gracias a una equilibrada síntesis entre los ácidos antocianos y los polifenoles, a la par, que una lenta maduración de sus pepitas, síntoma de calidad final de la fruta.
La orografía discurre en terrazas aluviales que conforman las mejores condiciones para el cultivo de la vid.
La arquitectura rupestre popular de espacios excavados en pequeñas lomas o promontorios de tierra arcillosa, aprovecha el desnivel y forma galerías idóneas para el almacenaje de la uva y sala de crianza a 14 o 15′ de temperatura constante, a la vez que proyecta la vida en dos niveles: el superior, de trabajo, tierra y cielo, y subsuelo, donde gobierna la cultura bodeguil.
Se calcula que hay más de 50.000 bodegas-cueva caladas en la entraña de la tierra; parte están abandonadas y otras muchas echadas a perder. Proliferaron a partir de repoblaciones medievales que tardaron en construirlas entre 2 y 20 inviernos. La edad de algunas se mide en siglos, y a 20 km de la capital nos encontramos una cueva-museo que es el Centro de Interpretación del Vino. La Vía de la Plata atraviesa la zona de producción, cuyo sistema de conducción es en sus 1400has en un 80 ‘/, en espaldera. Cuenta además con municipios de Valladolid adheridos a la Tierra de Leon, que en un abrir y cerrar de ojos pasará a ser D.O.León.
En 1985 las cooperativas y bodegas de Valdemimbre, Los Oteros y Cea crean la Asociación Profesional de Viticultores, Elaboradores y Embotelladores con el empeño de defender, promover y mejorar la calidad de sus vinos, y conseguir la D.O. que llegaría en 2007.
Desde entonces su filosofía ha sido elaborar vinos que transmitan carácter e identidad a través del respeto por el terruño y las variedades autóctonas.
La estrella es la Prieto Picudo variedad noble que se da únicamente en esta zona originaria del Sur de León, donde a penas quedan hoy 100 has. de viñedo. La baya se engarza en un racimo apretado y su forma es oval y picuda, su nombre que en Portugués significa negro, alude a la gran carga de materia colorante que contiene. Rica en azúcar, taninos y con una magnífica acidez.
Los vinos son amoratados, muy cubiertos y brillantes, con una degradación al rubí en el ribete; con buen desprendimiento de alcohol, presenta múltiples patas de velocidad moderada tras la agitación de la copa.
Los vinos además de ser monovarietales, pueden contener Tempranillo y Mencia en un 30%, esta última variedad, de la que fue tan popular su cultivo en el pasado, supone hoy tan solo un 4 % de la plantación.
En nariz se descubren con toda la gama de la fruta negra (mora, zarzamora, ciruela pasa…). La frescura y la floralidad inicial pasando incuso por los caramelitos de violetas. Tras la agitación , se tornará marchita con un final de flores secas, entre ellas, la caléndula.
La paciencia por parte del catador, permitirá que se desplieguen todas estas sensaciones bajo la dulcedumbre aportada por el alcohol.
La terrosidad inmediata arropada por una gran frescura se apodera de la boca al paso de un vino cuya musculatura se extiende más a lo ancho que a lo largo del paladar.
También llama la atención la sensación cálida, que no ardiente, de un vino en cuya etiqueta se estampan 12.5 ‘ vol.
Para el rosado siguen utilizando la técnica de sus ancestros, “el madreo”, que consiste en añadir racimos enteros al mosto cuando está fermentando en barrica. Consiguiendo así, vinos frescos y chispeantes en boca gracias al carbónico que queda completamente integrado, incluso mucho tiempo después de ser embotellado.
En cuanto a blancas en León, hay una variedad casi olvidada, aquí mayoritaria, de la que quedan 80 has. de producción, con plantas de más de 150 años de edad, la Albarín. Se disputará con Cangas de Narcea, su presencia única en el mundo.
De sensación cítrica y floral, va desplazando de la zona poco a poco al verdejo, del que además se elabora una curiosidad en Valdemimbre de consumo local, “El Tostadillo”. Se obtiene de la pasificación de la uva y se cría durante dos años como mínimo, en barrica de roble. Sus connotaciones aromáticas nos traen reminiscencias de otros vinos que quedan muy lejos de este marco, a caballo entre los Px y los Vinos de Naranja.
De manera residual, queda algo de Godello, Palomino y Malvasía.
La campaña de vendimia dio comienzo el pasado 8 de Octubre; la añada correspondiente es la 2013 aporta vinos con características diferentes a las que la preceden; rosados de menos color, más ligeros y de menor intensidad en boca, de fuerza aromática media, de menor grado alcohólico y más fáciles de beber que otros años.
La tendencia en los tintos son los jóvenes afrutados y los robles con una crianza entre 3 y 4 meses. También con menor graduación alcohólica y un marcado carácter varietal.
Los blancos muestran una gran amplitud e intensidad aromática y una frescura que no tiene fin.
Una añada que rompe con las anteriores, demostrando una versatilidad con la que los leoneses “se mojaran por dentro y por fuera” en el Húmedo separado del barrio Romántico, por la línea imaginaria que traza la Calle Ancha, donde la tapa es gratuita y la gastronomía aúna las últimas tendencias, con la tradición de carnes, chacinas, pescados de sus ríos y repostería monacal.